Aquí empezó mi estudio de investigación sobre el
hidrosalpinx, consulté foros, páginas médicas, consultorios on line de famosas
clínicas de fertilidad etc., y descubrí algunas cosas.
Parecía ser que un hidrosalpinx supone que algo tapona la
trompa y se queda de alguna forma estancado un líquido que obstruye el
conducto, por lo tanto por ahí nada sube y nada baja. Aunque bueno, había algo
que mi médico tampoco me había dicho y me sorprendió, resulta que ese líquido
puede ir drenándose puntualmente hacía el útero y puede barrer un posible
embrión impidiendo que este anide. También puede ser que ese líquido sea una
fuente de bacterias que al pasar al útero cree una especie de entorno hostil
para el embrión.
Estas fueron algunas de las cosas que descubrí, y claro, me
quedé un poco paralizada. ¿Tenía en mi cuerpo mi particular método anticonceptivo? ¿De qué
servirían mil tratamientos si ese líquido odioso me lo iba a arruinar todo?
Pero yo no soy médico, y tenía que trazar otro plan de
acción, así que dí unos cuantos pasos atrás y volví al punto en que debía de
haberle llevado a mi ginecóloga los resultados de las pruebas.
Mi ginecóloga me recibió echándome la correspondiente bronca
por no haber acudido a ella con las pruebas que ELLA me había mandado, pero fue
comprensiva, y al final concluyó:
-
Con tu edad y un hidrosalpinx, tienes que hacerte una
FIV, es el protocolo médico, toma este teléfono y habla con este Doctor. Ni te
lo pienses
La consulta con mi actual médico de reproducción asistida
fue genial, me sentí muy reconfortada y alabó mis actitudes de investigación, y
resumiendo, lo más importante que saqué de aquella cita:
-
Lo que has investigado va por buen camino, ese líquido
nos entorpece, incluso con una FIV te podríamos dar solo un 5% de
probabilidades de éxito, te tienes que operar, hay que sacar la trompa dañada
mediante una laparoscopia. Un mes después de la operación vente por aquí, haremos
una FIV y tendrás a tu niño
Imagínate oír esas palabras, no pude ni contener la emoción
y en la misma consulta rompí a llorar. Entré con miedo a que tuvieran que
operar, no tenía fuerzas para pasar por eso también, pero fue oír “y tendrás a
tu niño”… y la semana después ya me estaba haciendo el preoperatorio.
A finales de este verano ya estaba operada, la maldita
trompa dañina fuera y todo lo demás perfecto, la operación había sido un éxito,
mi recuperación rápida y fabulosa, y un regalo:
Cuatro diminutas
cicatrices en mi panza que siempre he visto como recordatorio en mi cuerpo de una
lucha que va a merecer mucho la pena.
Coincidiendo con mi tercer año de búsqueda, empecé con mi FIV, ya venía mi niño.
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